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Antibióticos contra la artritis

EL USO DE ANTIBIÓTICOS contra la Espondilitis y otras artritis se fundamenta en la relación que hay entre la etiología de éstas y las infecciones intestinales. Siguiendo esta lógica, hay quien propone una dieta para luchar contra la artritis, hay quien propone el uso de antibióticos, y también quien combina las dos vías. Además, también algunos médicos que combaten el componente inmunitario de las artritis mediante la inmunoterapia en ciertos casos añaden a esa terapia la utilización de antibióticos.

El uso de antibióticos en este terreno no es nada reciente. Por ejemplo, los reumatólogos que prescriben la Salazopirina o el Metotrexato estan proponiendo medicinas que tienen un componente antibiótico, a veces sin saberlo. Tenemos, por otro lado, el caso del Síndrome de Reiter, denominado también Artritis Reactiva, que pertenece al grupo de las espondiloartropatías; los médicos sí son unánimes en que su origen se relaciona directamente con una infección, muchas veces de tipo sexual (Clamidia...) y otras veces de tipo intestinal (Salmonella, Campilobacter...). Esta enfermedad se incluye en el "mareo" que se traen los doctores a la hora de adjudicar nuestros casos a denominaciones concretas del grupo de las espondiloartropatías: no parece fácil delimitar claramente si se trata de una enfermed u otra del mismo del grupo, los síntomas de una aparecen en el paciente diagnosticado de otra... Y posiblemente el mismo médico que diagnosticó en uno de nostros una Espondilitis a los pocos meses pase a hablar de una Artritis Psoriásica. Por si todo eso fuera poco, encontraremos terapeutas convencidos de que una Espondilitis no es sino una Artritis Reactiva cronificada a fuerza de repetirse. Resumiendo la idea que más nos interesa a nosotros: que al menos una de las enfermedades del grupo de las espondiloartropatías (al que pertenece la nuestra) se combate a base de antibióticos desde hace mucho tiempo.

Personalmente, y refiriéndonos extrictamente a la Espondilitis, he encontrado tres fuentes de información que expliquen la lógica del uso de antibióticos y describan su utilización práctica. Resumo aquí los tres planteamientos.

1.- El protocolo de John Merchant. Este paciente de EA es un gran experto en la enfermedad, participa en el espacio Kickas.org con el seudónimo de "DragonSlayer", y es autor del libro "Surviving the Autoimmunity Challenge", que se puede adquirir por Internet. Partiendo de la teoría del doctor Alan Ebringer, centra su lucha contra la bacteria Klebsiella Pneumoniae en la Dieta Sin Almidón, pero es de la opinión de que quienes acarreamos la enfermedad desde bastante años atrás (y a quienes el mal se nos ha extendido de la columna vertebral a otras partes del cuerpo) no podemos mejorar del todo sólo en base a la dieta: al tener el aparato digestivo demasiado "averiado" una pequeña colonia de bacterias es suficiente para mantener viva la llama de la inflamación, la influencia de las bacterias ha llegado más allá del intestino, etc.

Tras haber experimentado (siempre en su propio cuerpo) con muchos antibióticos distintos, Merchant ha organizaco ciclos en los que combina los que mejor resultado ofrecen. He aquí el desarrolo de un clico: Ciprofloxacino por 11 días, Tetraciclina combinada con Metronidazol por 6 semanas, a continuación 3 días de monodieta de manzana, 2 semanas sin drogas, ayuno de 5 días... y comienza el ciclo siguiente. John Merchant ofrece su protocolo por correo electrónico a quien quiera que se lo solicite, gratis et amore, de la misma forma que ofrece toda su información y ayuda.

2.- El protocolo de The Roadback Foundation

Así se define a sí misma esta fundación: "The Road Back Foundation (RBF) promueve la educación acerca del tratamiento de la artritis y los tejidos conjuntivos mediante la toma en dosis pequeñas de antibióticos. Ofrece un espacio para proporcionar e intercambiar información sobre las investigaciones y avances que se dan en esta terapia. Y sustenta dichas investigaciones".

RBF trabaja sobre la vía que desarrolló el doctor Thomas McPherson Brown. El doctor McPherson fue de los médicos que identificaron el Micoplasma, y a partir de este descubrimiento comenzó a tratar a sus enfermos artríticos con antibióticos. Como ha ocurrido con muchos de los médicos pioneros, el stablishment le endosó la fama de farsante, y logró que le fueran disminuyendo progresivamente los fondos necesarios para continuar con sus investigaciones. Sin embargo, McPherson continuó ejerciendo con los pacientes y dando clases e investigando en la universidad hasta muy mayor, hasta que murió en 1991.

Los médicos que en los EEUU tratan las artritis con antibióticos siguen la senda abierta por Mcpherson. RBF ofrece en su sitio web el protocolo en detalle que propone a los médicos. Lo que aquí se transcribe es un resumen del protocolo, dejando claro que su versión original en inglés es más prolija: quien desee entrar por esta vía debe leer el protocolo original. Se asegurará así de que lo que aquí reproducimos se ajusta al original y además conocerá las respuestas concretas que RBF ofrece a cada caso específico.

Debemos aclarar que el protocolo de RBF no habla específicamente de la Espondilitis, sino que se destina a las Artritis en general, y frecuentemente en sus textos se cita a la Artritis Reumatoide. Sin embargo, tiene también un gran interés para nosotros. De hecho, tanto John Merchant cuyo protocolo hemos desarrollado en el punto 1 como otro paciente de EA, Gary Kinghorn que citaremos en el punto 3, coinciden en citar a RBF como una importante referencia para ellos.

Mecanismo de la Enfermedad. En el planteamiento de los médicos de la RBF, la artritis está condicionada a la hipersensibilidad de las células: dicha hipersensibilidad aparece cuando una persona ha estado expuesta durante largo tiempo al riesgo de los antígenos producidos por microbios ocultos o invisibles (bacterias de tipo L o micoplasma). El micoplasma no actúa sobre el hombre con su poder patógeno del mismo modo que lo hace sobre los animales de otros órdenes (invadiéndolos y destruyendo rápidamente sus tejidos) sino con una mecánica distinta: acelera una respuesta celular, como consecuencia de permanecer como parásito durante largo tiempo en dichas células, y paulatinamente va sensibilizando al "huesped" a base de hacerle sufrir los antígenos una y otra vez.

Siguiendo a dicha lógica, el objetivo de la terapia debe ser el deshacerse del micoplasma, porque es la fuente de los antígenos. Los micoplasmas al parecer invaden nuestras articulaciones cuando somos muy jóvenes, por ser muy débil nuestro sistema inmunológico, y residen en las mismas durante largos años a modo de parásitos. Con los años, estos anticuerpos se multiplican también en el exterior de las células que han infectado. Y cuando llegan a un nivel de concentración, está a punto de producirse la reacción entre los micoplasmas interiores y exteriores a las células. Cuándo saltará la chispa? Cuando por efecto de heridas, estrés, cambios en la presión barométrica o algún factor ambiental esas dos fuerzas entren en contacto.

La RBF, en respuesta a un fenómeno de hipersensibilización, propone para el uso de antibióticos un protocolo que es justo el contrario que normalmente se usa en las infecciones: dosis pequeñas, discontínuas y en un tratamiento a largo plazo.

En estados muy reactivos, una cantidad muy pequeña de antibiótico basta para controlar la enfermedad. Y en caso de tomarlo en exceso, el organismo reacciona contra la medicina y pone patas arriba el tratamiento. Es por ello que hay controlar cuidadosamente la dosis terapeútica que tolera cada enfermo. En algunos casos, 50 gramos de minociclina una vez o dos por semana pueden ser suficientes.

Una guía fundamental en este tratamiento cosiste en no tomar una dosis demasiado grande, para que no ocurra un "empeoramiento paradójico". Una dosis excesiva puede provocar la reacción de la artritis contra la droga, la llamada "Reacción Herxheimer". Cuando esto ocurre, hay que interrumpir el tratamiento durante una semana y volver a empezar desde una dosis baja.

Es importante que el enfermo sea consciente de que las substancias tóxicas que produce (en los puntos de inflamación) una enfermedad de este tipo, convertidas en toxinas pasan por medio de la sangre a otros órganos de su cuerpo. Como saben quienes padecen la artritis desde hace muchos años, estas toxinas producen diversos síntomas en dichos órganos (aunque muchos médicos no los relacionan directamente con nuestra dolencia principal):
- acumuladas en la médula ósea frecuentemente provocan estados de anemia.
- en el sistema nervioso, esta acumulación de toxinas pueden acarrear depresión, falta de concentración, pérdida de memoria, falta de interés para con la profesión vocacional, irritabilidad...
- provocan debilidad en los músculos.
- pueden alterar el normal funcionamiento del aparato digestivo o de cualquier otro órgano.

Comenzando el tratamiento. Pensando en las personas con una dolencia severa o que se acarrea desde años atrás, RBF propone aliviar las inflamaciones con antiinflamatorios y a la vez atacar con antibióticos sobre dos frentes: disminuir el estado de hipersensibilización y poner freno a la actividad microbiana. Recuerdan reiteradamente que el tratamiento va a ser largo en su duración, y que es posible que haya que tomar antibióticos de forma intermitente durante muchos años.

Antes de comenzar este tratamiento se han tenido que dejar drogas antireumáticas potentes como el metotrexato, al menos un mes antes. Sin embargo, durante ese período el paciente puede tomar prednisona (hasta 10mg diarios). Por lo demás, se permite que a la vez que el antibiótico el paciente tome antiinflamatorios o incluso prednisona (hasta 5mg día) para aliviar los dolores y rigideces.

Se le recuerda al enfermo que este tratamiento será largo y lento, y que pueden pasar hasta seis meses antes de que vea cierta mejoría; en las artritis severas o que se acarrean desde bastantes años atrás, pueden pasar entre 2 y 5 años para que se aprecie una mejoría importante.

Por su experiencia, los médicos de la RBF consideran que las Tetraciclinas son los antibióticos más interesantes para tratar el micoplasma. Y dentro de las tetraciclinas, la Minociclina es su droga favorita. Sin embargo, en los casos severos o de cierta antigüedad, proponen un tratamiento de tres semanas a base ce Clindamicina antes de pasar al protocolo de la Minociclina, para eliminar los microbios que pueda haber en el aparato respiratorio, digestivo o urinario. Tras esa serie, la Tetraciclina parece que funciona mejor. Y aun así, en algunos casos alternan a veces la Clindamicina dentro de un tratamiento general de Minociclina. En sentido contrario, en RBF consideran que los pacientes con una artritis más leve o de más reciente inicio pueden ahorrarse esta pequeña introducción de Clindamicina y entrar directamente el las Tetraciclinas, en concreto en la Minociclina.

La Clindamicina puede ser administrada por vía intravenosa, intramuscular u oral. Las dosis oscilan etre 300 mg y 1.200 mg. En la sección "Beginning the Therapy" RBF ofrece toda una seria de detalles y especificaciones para guiarse en el tratamiento.

En la siguiente fase del tratamiento, se usa Tetraciclina por vía oral. Minociclina y Doxiciclina son los antibióticos recomendados, siempre comenzando desde dosis muy reducidas, para que el paciente no sufra ninguna reacción alérgica. La casuística es muy amplia a la hora de plantear la dosis inicial: 50 mg tres días a la semana, o 100 mg, 50 mg diarios, 250 mg dos días a la semana... La tolerancia de cada paciente es de muy distinto nivel. Porque, según se puede deducir de la lógica expuesta, quien sufre de una artritis más leve mostrará normalmente una tolerancia más alta frente a las tetraciclinas que la que ofrece quien padece una artriris más severa. El médico que trabaja con este protocolo (o el paciente que haya apostado por la automedicación) deberá valorar desde qué dosis partir, para evitar las reacciones adversas.

Para aumentar la dosis, se tienen en cuenta dos criterios. Por un lado, se analiza el estado que presenta el paciente durante los meses de inicio del tratamiento, y en caso de que se observe una reacción adversa (la llamada Reacción Herxheimer, que será esplicada más adelante) no se debe aumentar la dosis de tetraciclina. Por otro lado, el análisis de la sangre nos ofrece muchas pistas para decidir: se debe realizar un análisis cada mes, y mientras se confirme que la situación está mejorando, no se debe cambiar la dosis. Al contrario, si la mejoría se detiene o se estabiliza en un nivel no normal, entonces se considera el canbiar la dosis, la frecuencia o la vía de administración.

El aumento (y también la disminución) de las dosis se realiza o bien aumentando la frecuencia de toma de la misma dosis o aumentando la dosis misma en el mismo número de tomas. Tras el período de ajuste, RBF propone en su protocolo como dosis estandar óptima la siguiente: 100 mg de Minociclina o Doxiciclina una o dos veces los Lunes, Miércoles y Viernes, o 250 mg de tetraciclina dos veces al día los Lunes, Miércoles y Viernes.

Inyecciones en las articulaciones. El protocolo de RBF contempla su posibilidad en ciertos casos (en las rodillas, tobillos...). La Clindamicina es su antibiótico preferido, y se reserva para los casos en que la toma por vía oral no obtenga suficiente efecto en alguna articulación. Recomienda 2cc de Clindamicina (300 mg) más 1cc de dexamethasona (4 mg) para las articulaciones mayores. Y la mitad de dicha dosis para las articulaciones menores.

La Reacción Herxheimer. Se denomina así a un agravamiento de la enfermedad que se produce pasado cierto tiempo de comenzar la terapia por antibióticos. A veces se desencadena a las pocas horas de comenzar la terapia y en otros casos puede tardar semanas en producirse. Afecta sobre todo a pacientes con hamatocrito y albúmina bajos y globulina alta. Pero la Reacción Herxheimer es la primera señal de que el antibiótico está consiguiendo su objetivo, y por ello se considera un buen signo.

Cuando comienza a suavizarse el estado artrítico -tanto si es por la adecuada administración del antibiótico como si ello ocurre por alguna otra razón- el organismo del paciente admitirá dosis más altas de antibiótico sin que presente una nueva Reación Herxheimer. Pero si las dosis aumentan demasiado, sea en cantidad o en frecuencia, puede ocurrir de nuevo. Una de las claves de este tratamiento cosiste en interpretar bien estos empeoramientos, entender si cada uno de estos es fruto de un aumento demasiado acelerado de las dosis o si es debido a alguna otra razón o si es por la alergia al antibiótico en concreto. Para decidir con criterio, RBF adelanta estas pistas: 1) La cantidad de glóbulos blancos es más alta en una Reacción Herxheimer que en otro brote; 3) En una Reacción Herxheimer suben a la vez la Velocidad de Sedimentación Globular, la Gamma Globulina y la Globulina total, y sin embargo la albúmina y el hematocrito caen; 3) Una subida significativa (de un 30%) de los eosinófilos significa que nos encontramos ante una reacción de alergia a la droga.

Síntomas de mejoría. Normalmente son pequeñas las mejoras que ocurren durante los primeros tres meses de este tratamiento. En los siguientes 3-9 meses suelen presentarse de modo paulatino las mejoras, cuando se presentan. El primer síntoma de mejoría suele ser que disminuye la duración de la rigidez matinal, aunque la dureza de la rigidez pueda continuar siendo la misma. El paciente experimenta luego mejorías que duran una o varias horas, y estas se convierten poco a poco en más días buenos y menos días malos con más intervalos entre estos. Si se continúa con la terapia contra el Micoplasma, la disminución de las toxinas acarreará la normalización de las funciones. Aumenta la fuerza del paciente, mejora la analítica de la sangre, es mayor la capacidad de concentrarse y trabajar, disminuye su irritabilidad. De cada 100 enfermos de antritis a quienes se ha implementado esta terapia 70 han presentado una mejoría sostenida en un plazo de cinco años.

Continuidad del tratamiento durante la mejoría. Muchos pacientes deberán continuar el tratamiento de forma indefinida, hasta que los resultados de laboratorio ofrezcan unos resultados normales durante tres meses seguidos. Entonces, al comenzar a disminuir el antibiótico, se comenzará por bajar las dosis intravenosas, y tras comprobar que el paciente no empeora se procede a disminuir las dosis de tetraciclina oral. Algunos pacientes habrán mejorado de un modo que no necesitarán más medicación, pero otros sin embargo deberan seguir tomando antibióticos por intervalos durante toda su vida, aunque sea en dosis menores. Hay que subrayar además que una disminución demasiado rápida de las dosis puede acarrear empeoramientos, y de gran dureza.

En algunos casos, la hipersensibilidad del paciente ha llegado tan lejos que sufre un mimetismo molecular, y en estas situaciones hay que combatir también la autoinmunidad. Los antibióticos dan buenos resultados también en estos pacientes, pero a veces es necesario intercalar series a base de otras drogas como la Azitromicina. El doctor McPherson comprobó también que si el antibiótico se alterna durante 4-5 años con otros antibióticos u otras drogas parecidas, al volver al antibiótico inicial este mantiene su capacidad de mejora en su organismo.

Efectos seucundarios. Los derivados de la Tetraciclina y la Eritromicina tienen un gran poder de acción contra el micoplasma y en comparación a otras medicinas no tienen complicaciones. Además, el micoplasma -al contrario que la bacteria- no posee una membrana dura su parte exterior sino una fina capa. Por todo ello, RBF afirma que durante los años en que ha practicado esta terapia no ha encontrado micoplasmas que hayan desarrollado resistencia contra el antibiótico, y que los casos de alergia que pueden producirse con cualquier droga son fácilmente gestionables.

Cándida. No constituye un gran problema normalmente, aunque en una persona que la acarree de antes puede hacerse severa por efecto del antibiótico. No es lo usual y en caso de ocurrir necesita un tratamiento específico. Y para asegurarse de que no haya problemas, se recomienda que a la vez que se tomen antibióticos se tomen Acidófilos, a modo de prevención.

3.- Otras experiencias. En Internet se pueden encontrar historias de pacientes de Espondilitis que afirman que han curado su enfermedad con antibióticos. En mi caso, me resultó de gran interés leer en el 2001 la historia de Gary Kinghorn. A este americano que ocupa puestos ejecutivos en empresas de Informática le diagnosticaron la Espondilitis en 1994 y tras investigar sobre mucha documentación decidió trabajar su dolencia a base de antibióticos. En su web personal cuenta el camino que recorrió y las conclusiones a las que llegó. Para Kinghorn las quinolonas son mejores que las tetraciclinas y afirma que fue el Ciprofloxacino (Cipro) el antibiótico que mejor le resultó. En caso de que hoy día necesitara volver a los antibióticos, afirma que optaría por el Levafloxacino (Levaquin). Cita de modo elogioso a la Road Back Foundation, pero como se ve, su experiencia es más parecida en cuanto a antibióticos en concreto a la de John Merchant, que hemos desarrolado en el primer punto.

 

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